Comentario
CAPÍTULO II
Llegan los españoles a Altapaha y de la manera que fueron hospedados
Con la desgracia y pérdida de los seis españoles, salió el gobernador del pueblo península de la provincia de Apalache y, habiendo caminado otras dos jornadas, que por todas fueron cinco las que anduvieron para salir de esta provincia, entraron en los términos de otra llamada Altapaha. El adelantado, por ver si los naturales de aquella provincia eran tan ásperos y belicosos como los de Apalache, quiso ser el primero que la viese, y también porque era costumbre suya muy guardada que a cualquier nuevo descubrimiento de provincia había de ir él mismo, porque no se satisfacía de relación ajena sino que la había de ver por propios ojos. Para lo cual eligió cuarenta de a caballo y sesenta infantes, veinte rodeleros y veinte arcabuceros, y veinte ballesteros, que siempre que iban a cualquier hecho iban los infantes sorteados de esta manera.
Con ellos caminó el gobernador dos días, y, al amanecer del día tercero, entró en el primer pueblo de la provincia de Altapaha, y halló que los indios se habían retirado a los montes y llevado consigo sus mujeres, hijos y hacienda. Los castellanos corrieron el pueblo y prendieron seis indios. Los dos eran caballeros y capitanes en la guerra, los cuales se habían quedado en el pueblo para echar fuera de él la gente menuda. Lleváronlos todos seis ante el gobernador para que supiese de ellos lo que había en la provincia.
Los indios principales, antes que el adelantado les preguntase cosa alguna, dijeron: "¿Qué es lo que vosotros queréis en nuestras casas? ¿Queréis paz o guerra?" Esto dijeron sin muestra alguna de pesadumbre que tuviesen de verse presos en poder ajeno, antes mostraron un semblante señoril como si estuvieran en toda su libertad y hablaran con otros indios sus comarcanos.
El general respondió por su intérprete Juan Ortiz diciendo que con nadie quería guerra sino paz y amistad con todos; que ellos iban en demanda de ciertas provincias que adelante había y que para su camino tenían necesidad de bastimento, porque no se podía excusar el comer, y que sola esta pesadumbre, y no otra, daban por los caminos; que esto era lo que querían y no otra cosa.
Los principales dijeron: "Pues para eso no hay para qué nos prendáis, que aquí os daremos todo buen recaudo para vuestro viaje y os trataremos mejor que os trataron en Apalache, que bien sabemos cómo os fue por allá." Dicho esto, mandaron a dos indios de los cuatro que con él habían preso que, con toda diligencia, fuesen a dar aviso a su curaca y señor principal y le dijesen lo que habían visto y oído a los castellanos y, de camino, avisasen a los indios que topasen que, pasando la palabra de unos a otros, acudiesen todos a servir los cristianos que en su tierra estaban, porque eran amigos y no venían a ofenderles. El gobernador, oída la buena razón de los indios, fiándose de ellos y viendo que se negociaba mejor por bien que por mal, mandó soltarlos luego y que los regalasen y tratasen como amigos.
Los indios fueron con el recaudo y los cuatro quedaron con el general y le dijeron tuviese por bien su señoría de volver atrás a otro pueblo mejor que aquel donde estaban y que lo llevarían por un camino más apacible que el que había traído. El gobernador, porque se acercaba su ejército, holgó de hacer lo que los indios le dijeron, y mandó a uno de ellos que llevase aviso al maese de campo que fuese derecho a aquel pueblo y no rodease por donde él había venido. Como llegasen los castellanos al pueblo donde los indios los llevaron, fueron hospedados con muestra de mucho amor y el cacique, luego que tuvo nueva de la amistad hecha con los españoles, vino a besar las manos al gobernador, y entre los dos pasaron palabras de comedimiento y afabilidad. Con el curaca vinieron todos sus vasallos con las mujeres e hijos que habían retirado a los campos y poblaron sus pueblos.
Entre tanto llegó el ejército y se alojó dentro y fuera del pueblo, y entre los españoles e indios, en todo el tiempo que estuvieron en esta provincia, se mantuvo toda buena paz y amistad, que no la tuvieron los nuestros en poco según la mucha guerra que los de Apalache les habían hecho.
Habiendo descansado los castellanos tres días en el pueblo de Altapaha, salieron de él y caminaron diez jornadas por la ribera de un río arriba, y vieron que toda aquella tierra parecía ser tan fértil y más que la de Apalache y la gente doméstica y apacible. Con los cuales se mantuvo la paz que al principio se había asentado, de manera que ninguna molestia recibieron los indios, sino fue de la comida que les gastaron, y ésa tomaban los españoles muy tasadamente por no escandalizar los naturales. En esta provincia de Altapaha se hallaron morales grandísimos que, aunque los habían en las otras, eran nada en comparación de éstos.
Al fin de las diez jornadas que los nuestros caminaron norte sur el río arriba, salieron de la provincia Altapaha, dejando al curaca y a sus indios muy contentos de la amistad que con ellos se había hecho y entraron en otra provincia llamada Achalaque, la cual era pobre y estéril de comida, y había en ella pocos indios mozos, que casi todos los moradores de ella eran viejos y en común cortos de vista y muchos de ellos ciegos. Y, como el haber en un pueblo y provincia muchos viejos sea indicio de que haya muchos más mozos, no los hallando en esta tierra, se admiraron los españoles y aun sospecharon que estuviesen amotinados y escondidos en alguna parte para hacer algún mal hecho contra los cristianos, mas por la pesquisa se entendió que no había cosa encubierta más de lo que parecía en público. Empero, la causa por que había tantos viejos y tan pocos mozos no la inquirieron. Por esta provincia de Achalaque caminaron los españoles grandes jornadas por salir presto de ella, así porque era estéril de comida como porque deseaban verse ya en la de Cofachiqui, donde por las nuevas que habían tenido que en aquella provincia había mucho oro y plata, pensaban cargarse de grandes tesoros y volverse a España.
Con este deseo doblaban las jornadas, y podíanlo hacer con facilidad porque la tierra era llana, sin montes, sierras ni ríos que les estorbasen el paso largo. En cinco jornadas atravesaron la provincia de Achalaque y dejaron al curaca y naturales de ella en mucha paz y amistad con los castellanos, y, porque se acordasen de ellos, les dio el gobernador, entre otras dádivas, dos cochinos, macho y hembra, para que criasen. Y lo mismo había hecho con el cacique de Altapaha y con los demás señores de provincias que habían salido de paz y hecho amistad a los españoles, y, aunque hasta ahora no hemos hecho mención que el adelantado hubiese llevado este ganado a la Florida, es así que llevó más de trescientas cabezas, machos y hembras, que multiplicaron grandemente y fueron de mucho provecho en grandes necesidades que nuestros castellanos tuvieron en este descubrimiento. Y si los indios (aborreciendo más la memoria de los que les llevaron este ganado que estimando el provecho de él) no lo han consumido, es de creer que, según la comodidad que aquel gran reino tiene para lo criar, hay hoy gran cantidad de él, porque, sin los que el gobernador daba a los curacas amigos, se perdieron muchos por los caminos, aunque sobre ellos llevaban mucha guarda y cuidado, que particularmente se les señalaba, cuando caminaban, una de las compañías de a caballo que por su rueda los guardasen.